Cruz Azul aniquila al Rebaño en el Omnilife

GUADALAJARA, Jal., febrero 1 (EL UNIVERSAL).- Parece una película ya vista. Pero no es así: por más que se parezca, es una nueva versión del mismo y triste Guadalajara. Cruz Azul es inteligente. Aguarda la oportunidad. Y la aprovecha en cuanto la ve. Con eso, “caza” a un pobre Rebaño Sagrado. El duelo de invictos es para el visitante, que se mantiene en la cima gracias al 2-0, mientras Chivas pierde poco a poco la confianza que había ganado en sus primeras presentaciones.

Si la intrascendencia futbolística pudiera representarse de alguna manera, tendría que ser, lastimosamente, con la repetición de los primeros 45 minutos que han disputado Chivas y Cruz Azul en la cancha del estadio Omnilife. Dos equipos grandes, que además llegaban invictos a la fecha 5 del Clausura 2014 levantaron una enorme expectativa.

Por ello, las entradas agotadas en la casa del Rebaño Sagrado. Sin embargo, sobre el terreno de juego se quedan muy lejos de responder a lo que se esperaba. La Máquina tiene algunos tímidos intentos: un cabezazo desviado de Amaranto Perea (’10), un disparo de Marco Fabián, abucheado desde el primer minuto del encuentro, a las manos del arquero (’11) y un tiro potente de Joao Rojas, que Antonio Rodríguez ataja (’18). Nada más.

Y si eso es poco para un cuadro considerado grande, que además llega como líder de la competencia, lo de Guadalajara es grave. El de José Luis Real es un equipo partido: defiende bien por momentos, tiene cuatro hombres al frente que imponen respeto, pero el medio campo no existe. Israel Castro apenas se da tiempo para la recuperación. Giovani Hernández no puede solo con el paquete de generar.

Así, el conjunto rojiblanco se desgasta en pelotazos absurdos, carentes de intención y que se topan constantemente con la bien parada defensa visitante. Una repetición que raya en el sinsentido. En el futbol, no hay peor error que el cometido una y otra vez. La única variante que exhibe Chivas sirve de nada.

Cruz Azul se limita a controlar. Parece que simplemente mide al rival. Se da cuenta de lo poco que tiene y espera el momento adecuado para asestar el golpe definitivo. Defiende atinadamente. Sólo un susto se permite, al ’26, cuando Omar Bravo pone al piso uno de los incontables pelotazos por el costado izquierdo, recorta hacia el centro, cerca del área y conecta un derechazo que busca el ángulo, pero sale desviado. Es todo lo que produce el Rebaño Sagrado.

Primera sorpresa del partido: para el arranque de la parte...

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