Niños adictos, drogarse antes que saber leer

Cristina Pérez-Stadelmann

JALISCO, noviembre 9 (EL UNIVERSAL).- Aprendió a consumir cristal y marihuana antes que a leer y escribir. Tenía seis años cuando probó las drogas por primera vez junto a uno de sus tíos de 10 años de edad.Óscar jugaba a las escondidillas en la calle como otros niños, es cierto, pero aprovechaba esa soledad para encender cigarros de marihuana en los terrenos baldíos.

En la primaria se “iba de pinta” para fumar cristal que calentaba con ayuda de un foco. Las maestras comenzaron a notar su recurrente ausencia, falta de rendimiento académico y baja de peso. Una mañana lo notaron intoxicado y lo reportaron a la dirección.

Como Óscar existen en México 110 mil niños y jóvenes entre los seis y 18 años, que fueron atendidos durante 2014 en centros de Integración Juvenil (CIJ) en las 116 unidades que existen en el país.

Un 68% de las y los menores detenidos en los consejos tutelares afirmaron ser consumidores habituales de sustancias adictivas. En primer lugar está la marihuana, con 35%; el alcohol, con 29.8%; y el tercer sitio lo ocupa el tabaco, con 27.3%.

En la escuela detectaron que había un problema y llamaron a la abuela, que fue la encargada de su crianza. La de Óscar fue una madre soltera de 17 años que dio a luz.

El menor creció bajo el entendido de que su abuela era su madre. A los ocho años de edad se enteraría de la realidad: su verdadera mamá se había hecho pasar por su hermana para evitar los rumores y las descalificaciones en el pueblo por su embarazo, fue entonces cuando se integró a la pandilla de sus tíos mayores. A su padre nunca lo conoció. Los líderes de la banda le fijaron condiciones para incorporarse: saber pelear con los niños de otros barrios, rifársela, robar, consumir y vender, “estar en ese jale”.

“Se convirtió en la ‘mascota’ de un grupo de jóvenes y parientes que delinquían, compraban drogas, consumían y traficaban en una comunidad cercana a Chapala, Jalisco”, explica Marco Fernando Espinoza, sicólogo especializado de la Unidad de Hospitalización para niños y adolescentes, en Zapotlán El Grande, en el que atienden a Óscar.

Dealer a los 8 años de edad.

Comenzó a comprar marihuana y cristal a los ocho años de edad, con la excusa de que “la mota, el churro, la yerba, el gallo”, como él los llama, eran para sus tíos.

Se la vendían en la tienda de la esquina. La llevaba a ciertos domicilios con los que Óscar comenzó a familiarizarse. Se convirtió en dealer. Ya no llegaba a casa de la abuela y comenzó a salirse de control. A veces ayudaba a su abuelo en el campo, de ahí obtenía dinero y compraba droga para poder seguir con el “juego del consumo”.

Con el tiempo, ambas, madre y abuela, buscaron ayuda en los centros de Integración Juvenil, (CIJ) Unidad de Hospitalización Juvenil de Zapotlán, Jalisco, que da atención a niños y adolescentes con graves problemas de consumo de drogas y en condiciones de alta vulnerabilidad social.

El primer internamiento de Óscar, de ocho años, cuando estaba en tercero de primaria, se dio en octubre de 2012.“Llegó muy delgado, sin hambre, con serios trastornos de conducta: depresión, gran rebeldía ante la figura de autoridad; trastorno disocial de la personalidad y negativista desafiante en general”, explica el siquiatra de la institución. Madre y abuela también comenzaron a recibir terapia. Durante el primer ingreso, el niño permaneció nueve meses en internamiento.

Al final de este periodo regresó a su casa, pero recayó en el consumo de la marihuana. La familia buscó ayuda de nuevo. En esta etapa, en el segundo ingreso, Óscar comenzó a integrarse de mejor manera a las actividades educativas en una escuela cercana a la Unidad de Hospitalización. El psiquiatra decidió iniciar un tratamiento con metilfenidato, para el trastorno de...

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