Robo de ganado se duplica en el país

Óscar Balderas

MÉXICO, D.F., abril 11 (EL UNIVERSAL).- Un narco toca la puerta. En el pórtico está uno de los criminales más sanguinarios de la región. Es “Goyo”, Gregorio Acosta Urióstegui, el que dicen que mandó torturar y matar al sacerdote Asunción Acuña, de la parroquia de Totolapan, Guerrero. El que balea personas cuando se aburre. El que atropella perros por diversión. El que lidera al grupo “Los Tequileros”, una célula del cártel “Guerreros Unidos”, que aterroriza Tierra Caliente sin que alguna autoridad los enfrente. El que, si toca a la puerta, especialmente a las 11 de la noche, sólo trae malas noticias para quien le abra.

Del otro lado de la puerta está “Lupe”, Guadalupe Astudillo Berrun. Los dos no podrían ser más diferentes: el primero es un sádico jefe de plaza; el segundo es un sembrador de maíz de 54 años, cantante de corridos tradicionales y maestro de guitarra en la única escuela de su pueblo, San Juan Tehuehuetla, un ejido en el que apenas quedan 60 habitantes, quienes por pobres no han podido huir del miedo que flota en la sierra.

“Lupe” abre la puerta sabiendo lo que pasará después. Lo hace con la resignación de un hombre que va a la horca. Había vuelto a su pueblo después de 30 años de desplazado en el centro del país, a donde huyó cuando el narcotráfico le mató dos hermanos jóvenes y sus padres decidieron que no querían volver a pisar Guerrero. Pero extrañaba su tierra y pese a las advertencias de su familia regresó a su parcela con su esposa e hija, de 32 y 7 años. Quería vivir del campo y la música. Su lógica era implacable: si yo no me meto con el narco, el narco no se mete conmigo. Ignoraba que en Tierra Caliente hace mucho tiempo que el crimen dejó de pedir permiso.

Apenas regresó, “Los Tequileros” se presentaron como la real autoridad de la región y le pidieron —le exigieron— que diera de comer a la gavilla y a los secuestrados de Arcelia, Coyuca y Tlapehuala que ellos esconden en las montañas de Tehuehuetla.“Lupe” aceptó porque así, al menos, se aseguraría de que los raptados tendrían un bocado. Pero la “ayuda” se convirtió en exigencia: ahora debes revender las vacas que la gavilla roba para financiar al cártel. Y “Lupe” se negó porque su cristiandad le impedía ser parte de una célula de ladrones, aunque eso significara tolerar las amenazas de los pistoleros tequileros.

La amenaza se vuelve real el 8 de marzo de este año, con ese hombre bajo el marco de la puerta. Es un tipo hosco, duro, grosero, que con su...

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