Don't stop me now

La inolvidable películaFJ Koloffon

EL UNIVERSALTodos los sábados, le ruego a mis hijos que me acompañen a correr e invariablemente me mandan, más bien a volar, porque tienen sueño, están cansados, les duele la panza o directamente: "Ay, papá, estamos viendo una película". Pero, eso sí, la mañana después de la cena de fin de año con mis amigos más crápulas, la grande (12 años) se apersona a las 7:30 de la mañana al lado de mi cama, mueve mi apesadumbrada humanidad con la suficiente sutileza para sacarme de uno de esos resacosos sueños de diciembre y, como si se le hubiera metido el mismísimo espíritu de la Navidad, milagro: "Pa?, ¿vamos a correr?".

La vida son los pequeños instantes y, aun en el más miserable de los infiernos posjolgorio, nuestra misión está en perpetuarlos en la memoria, en el reino de los recuerdos, a donde ?tarde o temprano? todos iremos a vivir. Cómo desaprovechar la oportunidad de correr con mi hija, aunque sólo tuviera fuerza para abrir los ojos y ver Netflix. ¿Quieres que cuando cierres para siempre los ojos se proyecte en el interior de los tuyos la inolvidable película? Actúa.

Para no perder la costumbre, fuimos a los Viveros de Coyoacán. A la mitad de la vuelta, comencé a revivir. Corríamos tranquilos, el alma me regresaba a cada respiración, con cada nuevo aliento. De pronto, dentro de los senderos, surgieron las notas purificadoras de la gaita escocesa. No era la primera vez que las oía por ahí, pero esta vez fue especial porque iba con mi hija y, sobre todo, porque entendí lo emotivo que habrá sido para mi padre el día que me puso a escuchar junto a él aquel himno épico: Scotland The Brave.

Su segundo apellido es Duncan, sus abuelos...

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