Arqueología en órbita
(Material transmitido por el Servicio Sindicado el pasado 23 de diciembre)CIUDAD DE MÉXICO, diciembre 29 (EL UNIVERSAL).- Mucho antes de que el turismo se afianzara en el siglo XX como una industria del ocio tanto millonaria como destructiva ?según a quién se le pregunte?, aquellos deseosos por salir de su zona de confort y de conocer el mundo más allá de sus narices, pueblos, ciudades o países, tenían algunas opciones.
Una de ellas era enlistarse en una peregrinación religiosa a Tierra Santa, el Camino de Santiago o a La Meca. Si disponían de los medios necesarios, otra posibilidad era hacer lo que en el siglo XVI se conoció como el Grand Tour: una costumbre muy extendida entre los jóvenes aristócratas ingleses que finalizaban sus estudios. Consistía en completar su formación con un viaje de unos cinco años por Italia, Francia y Grecia. Gracias a la importancia de esta práctica surgió la palabra turismo.
Los privilegiados viajeros exploraban en particular las ruinas de antiguas civilizaciones. Entre las vistas más preciadas figuraban el Coliseo, el Panteón o los foros de la antigua Roma, las excavaciones en sitios como Pompeya, Herculano y Tivoli o la cuna del Renacimiento, Florencia, donde los jóvenes podían entrar en contacto directo con el legado material de los imperios y aprender más sobre su auge y colapso.
Los viajeros (e investigadores) del siglo XXII tendrán la misma oportunidad, pero ya no en la Tierra ?donde quizás para entonces ya no existan tales ruinas? sino en el espacio: en la órbita terrestre, en la superficie de lunas del Sistema Solar, en planetas, asteroides y en cometas donde desde 1957 se empezaron a acumular las huellas y vestigios de la exploración humana del cosmos.
Patrimonio extraterrestre
Neil Armstrong dejó en la superficie lunar mucho más que sólo las huellas de sus botas. Entre julio de 1969 y diciembre de 1972 ?lapso en el que se pensaba que estaba a punto de comenzar la era espacial?, los astronautas estadounidenses caminaron y saltaron para las cámaras, excavaron rocas, condujeron vehículos, jugaron al golf y en especial dejaron atrás residuos, todo lo que realmente no necesitaban para el viaje de regreso a la Tierra. Por ejemplo, decenas de bolsas de orina y materia fecal se sumaron a las más de 187 toneladas de desechos dejados por misiones no tripuladas tanto de Estados Unidos como Rusia, Japón, India, Europa y China.
Cada nave y robot enviado a la Luna sigue ahí como un mensaje para la eternidad. En el...
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