Cómo dejar de rogarle a tu verdugo

Óscar Balderas

MÉXICO, D.F., diciembre 13 (EL UNIVERSAL).- La tarde del 21 de septiembre de 2010, un hombre cortó el cuello de Maribel Enciso, a la altura de la yugular, para quitarle a su hija de 11 meses. Fue el mismo que una semana antes había entrado a la óptica en Tecámac, Estado de México, con el pretexto de necesitar un examen de la vista y a su regreso cerró por dentro los dos accesos del negocio, sacó de su mochila una navaja y la puso debajo de la barbilla de la propietaria.

La punta de la cuchilla rompió la piel con tal fuerza que el hombre pudo moverla de izquierda a derecha para cortar la vena. Maribel, desconcertada, peleó tanto como pudo, hasta que la hemorragia le quitó fuerza en las piernas y cayó en un charco de sangre. Antes de desmayarse, pudo observar que su atacante ni siquiera hurgó en la caja registradora; sólo escribió una nota que dejó en el mostrador: “A tu hija me la voy a llevar a Sudamérica”, tomó el neceser con María José Monroy Enciso adentro y huyó.

Ocho días después, Maribel despertó en la cama de un hospital. Una traqueotomía de emergencia salvó su vida —gracias a testigos que la vieron salir arrastrándose de su local—, pero amenazaba con dejarla muda. Aunque su preocupación era otra: su hija no aparecía y nadie había pedido rescate.

Al cabo de un mes, reconoció a su atacante en la televisión: Geizer, de 32 años, detenido por la violación de una niña de 14. Tan pronto como pudo, Maribel se presentó con su esposo en la Procuraduría mexiquense y contó su caso con la esperanza de hablar con el detenido y atravesarlo con preguntas, pero el Ministerio Público la mandó a casa a esperar una llamada sobre su caso, que llegó al cabo de unos días: Geizer confesó el rapto de María José… y reveló que a los pocos días la ahogó en una cubeta, envolvió su cuerpo con una cobija y la tiró al canal de aguas negras de Nextlalpan, Estado de México.

Pero la familia no creyó en ese relato. La investigación que realizó al margen de la autoridad señalaba que el verdugo mentía: ubicaron a dos testigos que vieron al secuestrador con María José en un autobús rumbo a Salamanca, Guanajuato, dos días después del supuesto asesinato, y cuando los buzos de la Secretaría de Marina se sumergieron en el canal, hallaron dos cuerpos de hombres adultos, ninguno de una niña, ni la cobija.

Desde entonces, Maribel ha recuperado la voz paulatinamente y lleva más de cuatro años tocando la puerta de la cárcel de Otumba para hablar con Geizer y rogarle que le diga dónde está María José. Rogar, dice, es el verbo correcto, porque hasta ahora ninguna ley en México regula los pactos entre familiares de...

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