Sin derecho a la higiene menstrual

Melissa Amezcua

CIUDAD DEMÉXICO, enero 14 (EL UNIVERSAL).- Viridiana descubrió que en la prisión hasta un calcetín sirve como toalla durante la menstruación; Isabel se aísla cada que menstrúa y no hay agua en la cárcel; Abigail aprendió que cualquier pedazo de tela es valioso para la regla. Las tres mujeres descubrieron que en las cárceles de México el derecho a la higiene menstrual no existe.

Según diversas entrevistas con mujeres que están o han pasado por la cárcel y con cuestionamientos vía transparencia, las autoridades no otorgan insumos para el periodo menstrual, por lo que las reclusas dependen de las visitas familiares para tener toallas o tampones o para comprarlos adentro.

"En el Cefereso de Morelos yo tenía hemorragias por mala alimentación y pérdida de peso. Primero perdí la regla, pero cuando volvió era muy abundante. Yo no tenía tienda, porque no tenía depósito. ¿Qué podía hacer? Usar calcetines como toallas.

"Me da tristeza, porque yo recordaba cómo afuera dejaba la toalla por ahí y en ese momento la necesitaba. Nos daban cuatro calcetines: dos cafés y dos blancos, pero luego se acababan, porque el cambio de uniformes era cada medio año", narra Viridiana, quien tiene 30 años y salió de prisión en 2019.

De acuerdo con ella, en la prisión federal de Morelos, un paquete de toallas nocturnas costaba hasta 80 pesos; sin embargo, en tiendas regulares se encuentran entre 25 y 60 pesos.

La higiene menstrual es un derecho humano, según diversas organizaciones internacionales, como Human Rights Watch y Wash United, que subrayan que se trata de una base para garantizar la equidad de género.

"Cuando las mujeres y niñas no pueden manejar su higiene menstrual, puede afectar negativamente su derecho a la educación, al trabajo y a la salud", expresa la guía Entendiendo la higiene menstrual y los derechos humanos, de ambas organizaciones.

Isabel, por su parte, es una de las 156 mujeres que habitan en el Centro de Reinserción Social de Cieneguillas, Zacatecas, y aunque aseguró, ante la mirada de las custodias, que se trata de una cárcel en la que hay un trato digno, admitió nerviosa que la menstruación en reclusión es complicada.

Antes de estar ahí, la mujer de 33 años estuvo en las Islas Marías, donde vio que otras reclusas usaban las blusas del uniforme como toallas sanitarias.

"Me ha tocado [estar] en mis días en Cieneguillas y que se vaya el agua, y aunque sea unas horas, es complicado, porque te frustras y piensas: '¿Qué hago?', entonces...

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