Desaparecidos: niños heridos

Teresa Moreno, David Fuentes y Gerardo Martínez

CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 20 (EL UNIVERSAL).- Cuando asomó el brazo y la cabeza, lo primero que dijo Víctor fue que tenía sed y que casi no podía respirar. El niño fue aplastado por una barda de la escuela Enrique Rébsamen, en la que se imparten clases de preescolar, primaria y secundaria, que se derrumbó en la delegación Tlalpan de la Ciudad de México. Un soldado lo rescató.

De entre los escombros, los rescatistas que llegaron después del sismo de 7.1 grados, levantaban la mano cada 10 minutos y cerraban el puño para pedir a los voluntarios guardar silencio. Fue en una de esas acciones que encontraron a Víctor, a quien le pasaron una manguera de oxígeno para ayudarle. Víctor nunca lloró, mostró entereza, preguntó por sus papás y por dos de sus amigos.

Los militares le explicaron que sus papás estaban bien, preocupados por él pero bien. Sobre sus amigos, le dieron la misma versión, y siguieron los trabajos de rescate.

En al menos 30 ocasiones más, los vecinos de la colonia Prados Coapa 2ª sección, gritaban para alertar a los padres de los niños del colegio Rébsamen que éstos eran rescatados uno por uno. Hasta las 20:00 horas del martes los vecinos que iban sacando los cuerpos sin vida de los niños, reportaron un total de 25 muertos; 21 de ellos niños y cuatro adultos, profesores que trataron de salvarlos y perdieron la vida en el intento.

En toda la zona se fue la luz, no había líneas telefónicas ni servicio en los celulares. Sin embargo, el milagro ocurrió: Fátima, con la poca pila que tenía su teléfono celular empezó a enviar Whatsapp a sus familiares. "Estoy bien, estoy con otros cuatro niños atrapados, ayúdennos, tenemos sed"; fue el mensaje que recibieron los papas de la menor seis horas después de que la escuela colapsó. El mensaje les dio esperanza y los alertó: "¡Mi hija está viva, ayúdenla por favor, por el amor de Dios, está viva!", se desgarraba Perla, madre de Fátima.

En el anfiteatro improvisado en la escuela Rébsamen, donde los pequeños quedaron atrapados al derrumbarse uno de los dos cuerpos principales del plantel, todo era tristeza, pesar, el horror de los padres que miraban los cuerpos de sus hijos cubiertos de muerte. La tarde fue de pura tristeza. Los niños estaban a unos minutos de terminar la jornada diaria cuando el suelo a sus pies se cimbró y tiró el área de talleres del plantel de tres pisos.

"Dios mío", "¿Por qué?", "No es justo", "¿Por qué a mí?, clamaban los...

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