Desatención. Abandono aumenta suicidios

Diana Higareda y Daniela Hernández

CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 10 (EL UNIVERSAL).- Laura tenía 20 años cuando la depresión se apoderó de ella. Al igual que otras chicas de su edad, asistía a la universidad y salía a divertirse con sus amigos. Pero esa sonrisa que mostraba ante todos se le desdibujaba cuando estaba sola. En su mente había una idea que cada vez tomaba más fuerza: quitarse la vida.

De 2012 a 2015, se tiene el registro de 24 mil 220 mexicanos que se suicidaron. Este número no ha logrado disminuir, por el contrario, cada año presenta un ligero aumento que afecta principalmente a los más jóvenes, de acuerdo con las cifras de mortalidad de Inegi. Dos de cada cinco pertenecen a un grupo identificado por autoridades y especialistas: 9 mil 961 casos tenían entre 15 y 29 años.

"Esta población es la más vulnerable porque es la más desprotegida. No acuden con un especialista y muchas de las conductas autodestructivas que tienen podrían estar escondiendo el suicidio", explica el doctor Alejandro Águila, fundador del Instituto Hispanoamericano de Suicidología.

No existe un detonante en específico que lleve a alguien a tomar la decisión de terminar con su vida. Es una situación multifactorial en la que se puede mezclar desde violencia familiar, crisis económicas, trastornos mentales o abuso sexual, hasta problemas amorosos o un mal manejo de la frustración. Incluso hay enfermedades que derivan en depresión y se unen a una situación personal precaria; estos dos elementos fueron los que llevaron a Laura a tomar medidas drásticas sobre su vida.

Un sábado que parecía normal, esta chica de 20 años tenía un plan diferente al de otros fines de semana. Se bañó y se alistó para salir, no sin antes dejar un par de sobres en una pequeña mesita de noche que había en su habitación. Cada uno contenía una carta para sus seres queridos. Durante meses pensó en suicidarse y ese día lo iba a hacer.

Desde los 16 años Laura se la vivió con sicólogos. Sus genes la hacían una mujer propensa a sufrir depresión y su cerebro no segregaba las hormonas relacionadas con el bienestar y la felicidad. Fue durante la preparatoria que entendió que su tristeza tenía una causa más profunda. "Yo lo describo como que hay temporadas en las que es como si una nube negra te aplastara y todo lo ves gris. Sientes ansiedad y frustración. Hay veces que es más terrible y hay veces que se va", narra.

Cuando cumplió la mayoría de edad, un cóctel de antidepresivos empezó a llenar su organismo. Con...

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