Un día en Terapia Intensiva

Iñigo Arredondo Vera

CIUDAD DE MÉXICO, mayo 12 (EL UNIVERSAL).- El doctor José Víctor Jiménez lleva despierto siete horas, las últimas cuatro las ha pasado en una sala de Terapia Intensiva con pacientes con Covid-19. Sostiene la cabeza de una mujer de 34 años y un peso de 116 kilos, está conectada a un ventilador, mientras otras seis personas ?enfermeros, camilleros y médicos? intentan ponerla boca abajo para que el líquido en los pulmones baje y pueda respirar mejor.

En la sala hay otros 19 enfermos, cada uno en su cama. Tienen los ojos cerrados y están conectados a un ventilador por la boca; 15 de ellos están boca abajo, cubiertos sólo por una sábana en el vientre y la espalda baja. Algunos dializados tienen la bolsa de orina que cuelga a un lado y las piernas amoratadas por llevar hasta 10 días boca abajo. Están rodeados por monitores y purificadores de aire que no dejan de sonar para avisar que siguen con vida.

Los cuatro médicos visten gorros quirúrgicos, goggles, mica, bata sellada por la espalda con micropore, cubierta de zapatos, máscara N95, guantes dobles que cambian cada vez que analizan a dos pacientes, y sus nombres escritos en una cinta en el pecho. Se mueven en grupos. Uno lleva una calculadora y otro una tablet para comunicarse por videollamada con los médicos de afuera para tomar decisiones. Ninguno de ellos lleva su celular para evitar que se contamine. Cualquier cosa que entre a esta sala no podrá salir. Cargan en hojas sueltas los datos de cada paciente y su evolución en las últimas horas, que luego tirarán.

La primera vez que el doctor José Víctor entró a Terapia Intensiva creía que estaba en otra dimensión: "Te pesaba la cara, se respiraba miedo", pero ya van más de tres semanas de ello y ahora es su rutina. EL UNIVERSAL pasó, junto con él, un día en una sala de Terapia Intensiva en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, donde atienden a los pacientes graves de Covid-19.

Sobrevivir en zona de riesgo

En la cama 16 hay dos cirujanos que llevan a cabo una traqueostomía, un agujero en la tráquea para que el paciente pueda respirar. Es uno de los más antiguos de la sala, entró el 19 de abril. En ese tiempo se le ponchó un pulmón, superó la fiebre y ahora los médicos esperan que pueda respirar sin la ayuda del ventilador. Ya dio negativo a Covid-19, ahora tiene que superar las secuelas de estar al borde de la muerte. "Es muy fuerte", dice José Víctor sobre el paciente, con la máscara puesta...

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