Diario Íntimo de Lulu Petite

Sabes a chocolateLulu Petite

EL GRAFICOQuerido diario: Tenía medio día libre y pude dormir hasta tarde. Me preparé un desayuno rápido y comí de pie, junto a la mesa de la cocina, viendo la ciudad por el ventanal. Luego volví al sillón para tumbarme y leer en mi teléfono las cosas que me escribes por Twitter. Estaba a punto de cerrar los ojos cuando sonó el celular en mi mano. El deber llamaba.

?¿Bueno? ?dije después de ver que el número de donde llamaban no era de la Ciudad de México. Se trataba de un cliente nuevo.

?Hola, soy Alberto, de Cuernavaca ?dijo presentándose la voz al otro lado del teléfono.

Había leído una de estas colaboraciones hace unas semanas y se había quedado pensando en la anécdota que contaba.

?¿De verdad te pasan esas cosas? ?me preguntó.

Entorné los ojos un tanto divertida y le contesté:

?¿Tú qué crees, Alberto, de Cuernavaca?

Hubo un brevísimo silencio al otro lado del auricular. Luego una risa franca. Tenía una voz seductora.

?Pues a mí se me hace que la realidad supera a la ficción.

?Muchas veces, sí ?dije?. Pero si lo dudas, pruébame y compruébame.

Quedamos en vernos esa tarde. Aventé el celular al sillón, me levanté de un brinco y fui a ducharme. Antes de salir, eché un vistazo al espejo. Apreté mis senos para desbordar el escote y cerré la puerta.

La ciudad vibraba por el tráfico, creo que unos maestros iban rumbo al Zócalo, pero no los dejaban pasar. Igual llegué a tiempo. El joven del estacionamiento me saludó con una sonrisa, son lindos, me cuidan. Subí al ascensor y caminé por el pasillo hasta la puerta indicada.

Era un tipo simpático. El más típico prototipo del chavorruco. Alberto, de Cuernavaca, tiene unos cuarenta y cinco años, tenía el pechito hinchado y los brazos fornidos. Buen cuerpo, no panza, cuando mucho un par de pequeñas agarraderas a los lados. Usaba camisa manga corta de marca por fuera del pantalón. Tenía los ojos negros, pequeños, muy bonitos y expresivos, y el cabello muy poco, pero perfectamente peinado. Olía delicioso y tenía un aliento muy fresco. Había algo encantador en su gesto apacible.

?¿Ya ves?, le dije al presentarme. Soy real.

?Sí, dijo él besándome la mano como un caballero chapado a la antigua.

Me contó un poco de su vida: no se ha casado ni tiene hijos, vive en Cuernavaca con su mamá, le gusta la música y toca varios instrumentos algo entre el jazz y el rock, es profesionista y le va bien económicamente, pero ha decidido no medir la vida en años y vive como si fuera un...

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