Diario Íntimo de Lulu Petite

Qué rico lleguéLulu Petite

EL GRAFICOQuerido diario: Hace unos años, estaba con una amiga cuando apareció un güero como de dos metros, se acercó a nosotras y con acento extranjero, entre alemán o de algún país de Europa del Este nos soltó un piropo de lo más vulgar. No recuerdo qué, pero algo sobre nalgas y tortas.

Yo estaba distraída, pero mi amiga, que tiene la mecha corta, enfureció y lo corrió a insultos y amenazas por grosero y acosador. El tipo se puso pálido y corrió hacia un grupo de mexicanos tipo fresas que se reían de él. Seguramente lo pusieron en aprietos diciéndole que eran palabras para ligar. Le pusieron un cuatro o yo qué sé, pero se veía legítimamente apenadísimo.

Recordé este asunto por Gary, un cliente medio gringo con el que me encuentro cada tanto. Es güero y se parece mucho al del piropo, pero habla bien español. Va y viene del gabacho.

Teníamos tiempo sin vernos, pero llamó hace unos días. Quedé en atenderlo. Llegué puntual y él ya estaba ahí. Me envió un mensaje con el número de la habitación y el emoji de los ojitos de corazones.

Gary me gusta. Tiene más de cuarenta, cuerpo de nadador, sonrisa como anuncio de Colgate y un temperamento divino. Como siempre, estaba muy simpático. Me abrazó y me atrajo hacia sí para hablarme cerquita, con su boca rozando la mía. Hablamos un poco de esto y aquello, pero sin más preámbulos nos pusimos a tono.

Nos besamos en silencio. Sus labios acariciaron los míos y mi lengua incitó a la suya. Abracé a Gary con todas mis fuerzas, me puse de puntitas para alcanzarlo mejor y él simplemente me agarró por las pompis y me alzó sin mucho esfuerzo. Lo rodeé por la cintura con las piernas. Entonces, de alguna forma lo saqué de balance y empezó a caer como un tronco. Nos desplomamos sobre la cama muriéndonos de risa. La felicidad también es un accidente.

No perdimos la concentración. La carcajada desató otras pasiones. El peso de su cuerpo esbelto sobre el mío me hizo estremecer. Cada poro de mi piel se ofreció abierto y deseoso ante su tacto. Me lamió el cuello y fue como un detonante. De pronto todos mis nervios se activaron y una cosquilla electrificante me recorrió la médula. Sus manos traviesas no me dejaron ni siquiera reaccionar. Recorrieron mis curvas. Mientras le colocaba el condón, él gemía. Acarició mis tetas y pellizcó con...

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