Diario íntimo de Lulú Petite

¿Te quieres casar?Lulú Petite

EL GRÁFICOQuerido diario: Julián hacía algo parecido a ronronear. Con mi rostro de costado en su pecho, después de un primer encuentro amoroso, percibía una vibración felina, leve como un murmullo. Julián es cariñoso, a pesar de que da la impresión de distante, suele tratarme con cierta dulzura.

No decíamos nada, perdidos en la calma de la tarde. Su respiración de motorcito, mis suspiros, el murmullo de la ciudad, ajena a nuestros pecados. Nosotros, apertrechados en nuestra burbuja, éramos indiferentes.

?¿Te puedo hacer una pregunta? ?Dijo mirando al techo.

Su voz resquebrajó el silencio. Me reincorporé en la cama y me acomodé bocabajo, apoyándome con los codos, justo a su lado, en señal de que estaba lista para que disparara su pregunta.

?¿Te gustaría casarte? ?Soltó.

No me lo esperaba y supongo que notó mi sobresalto porque de inmediato aclaró:

?Perdón ?agregó?, no conmigo, no ahora? Digo, en un futuro.

?No lo sé ?dije sonriendo ?si es un camino a ser feliz, siempre es una opción, claro, no contigo, no ahora? Digo, en un futuro ? agregué burlona.

Sonrió, volteó el rostro y plantó la mirada en el techo, como si mi respuesta no le hubiera sido satisfactoria.

?¿Por qué preguntas? ?dije

?Creo que quiero casarme, pero no sé?

Se quedó callado unos segundos, como preguntándole a la nada.

?Sí, algún día voy a casarme ?añadió como si se lo confirmara al techo.

?¿Estás bien?

Volteó a verme y, sin responderme, sonrió con tanta dulzura que tenía que quedarme claro que estaba bien. Se levantó levemente para besarme. Sus labios carnosos aprisionaron los míos por un instante. Sonrió una vez más.

De ahí en adelante la quietud se transformó en pequeños acercamientos: su mano en la curvatura de mi espalda, recorriendo cada vértebra hasta aterrizar en mi cuello, mis hombros, mi cabello suelto.

?Qué piel tan divina tienes ?dijo Julián, y acto seguido posó sus labios tersos en mi hombro? y qué rico hueles.

Chinita y erizada, me derretí y cerré los ojos. Comenzaba a sentirme extasiada por su forma de acariciarme, de incitarme y de impulsarme. Su tacto exquisito, su respiración cada vez más agitada, su proximidad cálida y magnética conjugaban un momento crucial en nuestro encuentro. Un antes y un después.

Se acercó más y yo me acomodé para recibirlo con los brazos (y las piernas abiertas). De pronto comenzamos a calentarnos, comiéndonos a besos, rasguñándonos suavemente la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR