Diario Intimo de Lulu Petite

La noche juntosLulu Petite

EL GRAFICOQuerido diario: En esa habitación la ventana estaba hacia la puesta del sol, de modo que vimos el cielo rojo ir oscureciendo hasta convertirse en noche. Descansábamos entrelazados él y yo, sobre las sábanas tibias, ya revueltas por nuestra propia causa. Genaro me tenía abrazada contra su cuerpo por los hombros, y yo le tenía una pierna pasada por encima del muslo como en señal de posesión. Aunque fuera solo por una noche, no iba a escaparse. Eso sí: Tampoco es que le viera yo a él ninguna intención de escaparse.

No paso a menudo la noche con un cliente, mis citas son de una hora, a veces unos minutos más, pero cuando se acaba el veinte, como los juegos infantiles en los super mercados, se para la maquinita y a otra cosa mariposa. Pero con Genaro es distinto. En principio, porque es generoso, me paga las horas que compartimos, viene de lejos a verme y me trata dulcemente, así que ¿Cómo no disfrutar de la noche con él?

Me acariciaba un brazo con algo de cariño y otro poco de lujuria, y mientras tanto nos besábamos con la paciencia de quien sabe que tiene muchas horas por delante para aprovecharse. Estando yo tan involucrada en estas batallas lengua con lengua, mi mano derecha quedaba libre para curiosear por su cuerpo, y en un principio se paseó por lo que era el valle de su abdomen, en caricias largas y comprometidas que iban acercándonos otro poco. Terminé bajando con esa misma mano hasta su miembro empalmado, que reposaba rígido y caliente contra su vientre.

Me gusta cómo me ve. Con un afecto tan parecido al amor y con un trato tan caballeroso, tan apasionado, tan de amante, que me siento cómoda y segura en sus manos. Genaro rompió, solo un poquito, el beso que compartíamos, para sonreírme con esos labios tiernos contra mi boca entreabierta. Yo igualmente le devolví la sonrisa. Ahora mis dedos estaban dedicados en estirar y acariciar su erección, que contra la palma de mi mano se adivinaba tensa y lista para la acción del momento. Como todavía nos quedaba un largo trecho de besos y sonrisas cómplices, tiempo para repartir caricias desde los testículos hasta el glande no me faltó. Me deleité todo lo que quise.

Luego me di una pausa bastante breve para encajarle el condón, y una vez estuvo listo me incorporé sobre una rodilla para moverme sobre su cuerpo. Le pasé una pierna al otro lado, de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR