Diario íntimo de Lulú Petite

Vaquerita de rodeoLulú Petite

EL GRÁFICOQuerido diario: En la lengua de Juan Luis había el leve rastro de la copa de tequila que se tomó antes de desnudarnos. No atiendo a clientes que estén borrachos. No se les para y son impertinentes, pero a muchos les gusta tomarse un chupi mientras esperan. Una copa, no empeda, nomás entona, así que eso está muy bien.

Él estaba sentado, apoyaba su espalda contra la cabecera. Yo, de rodillas sobre la cama, con los muslos rodeando sus piernas y besándolo. Cuando me apretó las nalgas con suavidad, le sonreí contra los labios machucados por los míos, torturados debajo del ataque de mis dientes.

Juan Luis me tenía atrapada con un abrazo apretado por la cintura, de manera que mis tetas quedaban apoyadas suavemente sobre sus pectorales, y además mis pantorrillas ya habían encontrado un lugar calentito de pura piel para juntarse con las suyas.

El calor que irradiaba este hombre era fantástico, y todos estos puntos de contacto entre su carne y la mía también lo eran. El mejor, sin embargo, era el de mi mano contra su rígida pieza.

Tenía su miembro palpitando entre mis dedos, imaginando que pronto iba a tenerlo instalado entre los muslos. Los apreté muy juntos y con emoción por la anticipación del momento.

Un instante después ya me tenía encaramada sobre él, y otro instante más la puerta de mi vagina le recorría la punta del pene, recubierta por el brillante preservativo, con un remolino en la cadera y besos húmedos...

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