Dorar la píldora

A fin de cuentas

Entre la numeralia y las curvas, la cuenta progresiva y la lejana normalidad que conocíamos, no nos podemos abandonar a las palabras como si nos abstrajésemos del mundo.Mónica Lavín

EL UNIVERSALNo se había vivido un tiempo anterior donde los números importaran tanto en las vidas de todos. Ahora la cucharada diaria de Mary Poppins no es dulce ni hace pasar mejor las realidades amargas, es una cucharada de cifras. No sólo sabe feo, está cargada de la amenaza de muerte, del territorio minado que es allá afuera, de lo enemigo que se han vuelto los que respiran, hablan, ríen y tosen a nuestro alrededor. El inglés Ian McEwan subrayó cómo se han metido en nuestro vocabulario términos técnicos que no sabíamos que existían, como aplanar la curva, inmunidad de rebaño. Nuestro espectáculo diario es el despliegue visual, la coreografía siniestra de barras y curvas donde nos aferramos a la orilla del asiento como cuando subíamos en el carrito de la montaña rusa (por cierto también letal en la Feria de Chapultepec el año pasado) esperando la cúspide que nos llevará al descenso; a suspirar con un alivio macabro que hay menos muertos por día.

A fin de cuentas, hacemos cuentas todos los días, al anochecer, al amanecer, decimos números y porcentajes como si nos hubiéramos especializado en estadística, y registramos el transcurso de los días con un inusual tesón contable. Aquí no hay cuentas regresivas que son las de la esperanza, aquí hay números para desayunar, números para cenar y para marearse. (¿Por qué el gobierno no dedica, acabada la emergencia sanitaria, esa misma saña informativa para compartir el arte y la ciencia, para que nos volvamos espectadores agradecidos de las hazañas de lo humano, en lugar de poner a debate, por ejemplo, si se apoya el cine mexicano, entre otras cosas? Deberían replantearse el exceso comunicativo al que ahora estamos sometidos porque entre mañaneras y crepusculares ya no sabemos si sólo somos un paréntesis: un país de descalabrados sostenidos por palabras.)

Y entre número y número, insomnio y menús, desinfectadas, videoconferencias, clases en línea, chats, minutos de ejercicio, libros, listas, llamadas que no hacíamos, cancelaciones e intenciones de sobrevivir...

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