Espíritu de contradicción

(Embargada para sitios de internet hasta las 24:00 horas locales)De lo perdido, lo que aparezcaPor Nicolás AlvaradoEL UNIVERSALSi fuera un viejo niño rico (cosa que no soy, pese a haber pasado la infancia en Polanco: lo que soy es tercera generación de nuevos ricos venidos a menos pero con aspiraciones de ascenso social, o sea un trepa déclassé), le llamaría "mi chofer". Pero no lo hago porque, de entrada, no es mío Âcon trabajos puedo referirme a "mi mujer" o "mis padres" sino apenas alguien que trabaja para mí, y, después, porque chofer no es una identidad sino una función acotada en el tiempo (cuando él maneja el coche es el chofer de ese auto, pero cuando soy yo quien va al volante el chofer soy yo). Pese a la terminología políticamente correcta al uso, tampoco puedo decir que es Âcomo querrían mis amigos de la gauche caviar "el señor que me maneja", primero porque mis buenos años de psicoanálisis me ha costado que nadie me maneje, y, segundo, porque si acaso alguien lo hace, es señora, y lo es en términos legales en virtud de su matrimonio conmigo. No siempre me gusta llamar las cosas por su nombre Âlo mío es la metáfora o la metonimia pero sí a las personas: así, diré que se llama Abel.Resulta que el pobre Abel sufrió un percance, del que Âsegún creí entender a partir del discurso de la agente del Ministerio PúblicoÂ, él es la víctima pero yo soy la parte afectada. El caso es que le robaron mi auto mientras se dirigía en él a pagar el saldo de mi tarjeta de crédito con dinero en efectivo, y que también se llevaron los asaltantes el dicho efectivo (un bonus inesperado para los malus). Un presunto taxi le dio un defensazo. Al bajarse a estimar la magnitud del daño, dos tipos descendieron del vehículo agresor Âdisculpará el lector el léxico: llevo cuatro días rindiendo informes legales, y la jerga leguleya es contagiosaÂ, lo encañonaron, lo arrojaron al asiento trasero del taxi y le ordenaron cubrirse el rostro con su suéter Â"No hagas pendejadas porque te carga la ch...da" sugirieron con proverbial gentileza mientras un tercero asumía el volante de mi auto y se lo llevaba ve tú a saber a dónde y ve tú a saber a qué.Al enterarnos, mi mujer y yo (tan progres) comenzamos por suspirar de alivio de que nada le hubiera pasado. Después nos lamentamos (y tan tensos estábamos que casi nos la mentamos también). Por el automóvil perdido...

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