EU: Dormir junto al elefante

CIUDAD DE MÉXICO, octubre 15 (EL UNIVERSAL).- Decía Pierre Elliot Trudeau, el célebre Primer Ministro canadiense, que vivir junto a Estado Unidos era como dormir con un elefante, pendientes siempre de sus sobresaltos. Consecuentemente, México y Canadá tenían en común, entre muchas otras cosas, el dormir junto al elefante.

Tuve ocasión hace un par de días de recordarle esa historia a su heredero, Justin Trudeau, en la cena que le ofreció el presidente Enrique Peña Nieto en Palacio Nacional, pero añadí que no era totalmente apropiada la analogía, ya que Canadá tal vez duerma tranquilo junto al paquidermo, pero México pasa sus noches en vela.

Y si nunca ha sido fácil nuestra vecindad y coexistencia, lo es menos ahora que el enorme vecino se encuentra poseído por un espíritu no sé si maligno, pero ciertamente malvado, rudo y torpe.

Sería difícil imaginar a un presidente estadounidense más distinto a sus colegas al norte y al sur que Donald Trump. Si los mandatarios europeos y asiáticos ?a océanos de distancia? están desconcertados o irritados por la conducta del inquilino de la Casa Blanca, los vecinos inmediatos deben además lidiar con alguien que no sólo no acepta siquiera el concepto básico y elemental de la civilizada coexistencia con quienes comparten sus fronteras, sino que se ha instalado en ruta de colisión con sus socios, con sus aliados y con el sentido común.

La rápida visita de Justin Trudeau a Washington D. C. y a la CDMX se da en un momento en que el futuro del TLCAN pinta muy incierto. A las andanadas retóricas y tuiteras de Trump ha seguido un endurecimiento de la postura negociadora estadounidense que confirma el pesimismo y temores de quienes desde hace rato prevén un triste desenlace para el acuerdo.

Existe la posibilidad de que todo esto no sea más que una estrategia de quien se cree el maestro de las negociaciones, pero es un hecho que Donald Trump prefiere confiar en sus instintos aunque eso le implique darse un balazo en el pie. Poco le importa el impacto de poner fin a un cuarto de siglo de integración, apertura y cooperación regional si eso le permite anotarse un par de puntos con sus partidarios más radicales, o sentir que él fue el más rudo en la mesa.

Ha llegado pues la hora de prepararnos con seriedad, sin envolvernos en la bandera ni tirar la relación entera por la borda. El TLCAN tuvo una buena vida para lo que son los acuerdos...

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