Un grito de libertad en el Reclusorio Oriente

Luis MagañaCIUDAD DE MÉXICO, mayo 8 (EL UNIVERSAL).- “Un grito de libertad” decía la invitación. Un amigo entrañable acompañó el envío, con una llamada telefónica: “Va a cambiar tu visión de vida”, advirtió. Una versión libre de El Hombre de la Mancha, realizada por internos del Reclusorio Varonil, era algo singular, pero con un halo de inverosimilitud intrínseco. Admiración, y respeto, siempre acompañan a la amada labor del reportero; pero el factor sorpresa se desgaja en el camino. Sorprenderse en el ejercicio periodístico del espectáculo, tras casi 30 años de labor, ya no es cotidiano. Esta vez sí sucedió. La experiencia es entrañable. Modifica, revalora, transforma.

La libertad termina cuando se atraviesa ese gran portón de acero pintado de gris. Cambia el aire y el pulso cardiaco. Identificación y nombre en la lista. Es usted el número 106. Tenía ya un registro y recién veía (de lejos) la recepción del presidio Oriente. No importa si se es invitado o interno, el impacto es el mismo. No hay relojes, ni calendarios visibles. Nadie ve a los ojos. Sólo frases en tono amable, pero imperativo.

“Otro de los invitados a la obra, pero trae corbata”, dijo una voz a mis espaldas.“Que pase, dele la atención, va directo al Auditorio”, respondió otra llamada por el radio. No era claro, luego quedó entendido que una corbata allí puede ser arma de suicidio.

Llegar a un penal es una experiencia restrictiva y fría. No celulares, no vestir de colores como beige, negro o azul marino. Llegar una hora antes para la revisión correspondiente. Arcos de seguridad, tres sellos de agua (visibles con luz morada) en el brazo derecho, escaleras, rejas, púas de seguridad y por fin un letrero: “Visita íntima”.

Adentro no eres nadie. Ni el de la tele, ni el del radio, ni el hijo, tío o sobrino. Eres uno que entra y sale. Los internos, te miran al paso. Ellos sí sonríen.“Bienvenido”, dijo el primero a la vista.

Al entrar al auditorio, ya fue más habitual. Tras la tercera llamada, Arturo Morell, presidente de la fundación Voz de Libertad explicó en el escenario que durante 35 sesiones, se acercaron al teatro poco menos de 280 reclusos que quisieron participar. Orquesta en vivo, coreógrafo (Bernardo Vega), asesor musical (Luis Cardoso). Entraron los actores, vocalizaron, eliminaron tensión y calentaron.

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