Hepatitis. Bomba de tiempo para el sistema de salud

Diana Higareda

CIUDAD DE MÉXICO, junio 16 (EL UNIVERSAL).- En 2001, Gerardo, de entonces 25 años, llegó a un hospital privado de la capital para ayudar a un amigo que necesitaba donadores de sangre. Entró al pequeño consultorio y vio cómo un tubo de ensayo se llenaba con el líquido rojo y le ponían una etiqueta con su nombre. Pocas horas después, un médico se acercó y le dio una noticia inesperada. No podía ser donador. Su sangre estaba infectada con el virus de la hepatitis C. El diagnóstico le daba un año de vida.

De 2012 a 2015 se detectaron 11 mil 975 nuevos casos de mexicanos con algún tipo de hepatitis, según los datos del Anuario de Morbilidad de la Secretaría de Salud. Tres mil nuevas infecciones, en promedio, cada año. A pesar de la entrada de nuevos medicamentos y la vacuna para la hepatitis B, el número de infectados se mantuvo constante en ese periodo.

Tres cuartas partes de los casos, es decir, 8 mil 948, eran de hepatitis C, una enfermedad para la cual, hasta el momento, no existe una vacuna y su tratamiento tiene un costo mínimo de casi 15 mil pesos a la semana si no se cuenta con el apoyo del sistema de salud.

Las estadísticas muestran que el sector más vulnerable son los mexicanos de 25 a 44 años. Dos de cada cinco nuevas infecciones entre 2012 y 2015, es decir, 3 mil 515, entraban en este rango de edad.

Una situación similar ocurre con la población que oscila entre las edades de 50 y 59. Año tras año, desde 2012, se detectan 500 nuevos infectados en todo el país.

Las razones para que esta enfermedad se concentre en estos sectores de la población varían. Algunos especialistas aseguran que la generación de los "Baby Boomers", nacidos entre 1945 y 1965, tienen mayor riesgo de haber contraído hepatitis sin saberlo por el contexto sociocultural que se vivía en el país. El riesgo parece latente para aquellos que recibieron una transfusión sanguínea, una cirugía o un tratamiento de hemodiálisis antes de 1995, explica el doctor Francisco Sánchez, del Instituto de Nutrición.

Una enfermedad inadvertida

El mayor riesgo de la hepatitis es que no presenta ningún síntoma hasta que el virus destruye uno de los principales órganos: el hígado. Gerardo no se sentía mal. Su cuerpo no era atlético, pero era sano. Los médicos le preguntaron si en el pasado recibió alguna transfusión de sangre. Su respuesta fue afirmativa. Es probable que ese sea el origen de su enfermedad.

A sus más de 20 años, Gerardo nunca vio que sus ojos se tornaran amarillos, que tuviera fiebre alta o que el vómito le impidiera comer. El virus se apoderó...

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