¿Qué hice para merecer 37 puñaladas?

Cristina Pérez-Stadelmann, enviada

PUEBLA, Pue., noviembre 25 (EL UNIVERSAL).- Ahí en la oscuridad, donde no había cámaras. Donde no hay testigos a un lado de la carretera, y a unos pasos de una gasolinera, se dio la cita entre Teodoro Salvador Estrada Pérez y la Angélica ?N?, ambos médicos. Él de 58 años de edad, jefe de ortopedia del IMSS, médico traumatólogo, y ella anestesióloga y coordinadora médica del turno nocturno del IMSS de La Loma, Tlaxcala. Tenían 15 años de relación y una hija en común, Mariana, de 6 años.

La noche del 13 de diciembre Angélica tenía una cena con un grupo de compañeros anestesiólogos. Antes había quedado de encontrarse con Teodoro en la carretera, cerca de la gasolinera para conversar un rato e intentar una reconciliación, puesto que en días previos habían discutido.

Él la citó y se encontraron: Teodoro se acercó al automóvil de su pareja y le pidió que se pasara al asiento del copiloto. Dijo que quería estar al volante por un asunto de seguridad. Ella accedió. En el momento en que Angélica pasaba por delante del cofre del auto, Teodoro la interceptó, y la abrazó para decirle: ?Que guapa te ves, dime que me amas y dame un abrazo.

Ella lo abrazó, rodeó con sus brazos el cuello del médico, y entonces sintió la primera puñalada en el estómago.

?¿Qué haces? Ya me lastimaste! ? gritó Angélica, intentando alejarse de él.

Teodoro sujetó la navaja en el estómago y después la llevó hacia arriba, hacia el pecho de su pareja. La acuchilló en el corazón, en la boca, metió el cuchillo adentro de su nariz, le cortó las manos, los dedos, le cortó la lengua, y para terminar decidió decirle: ?¡Y para que dejes de gritar por tu vida pendeja, puta, desgraciada, te vas a callar!?.

Entonces él decidió cortarle la yugular desde su lado derecho. Los gritos de Angélica alertaron a un hombre de la gasolinera. Corrieron en su auxilio, sostuvieron al médico, lo inmovilizaron, Angélica continuaba implorando por su vida.

?Sólo sentía mucho calor, mucho ardor en todo mi cuerpo, sentía el sabor de la sangre en mi boca, lo que hice fue tratar de comprimir con mis manos la sangre de la yugular derecha y la herida del corazón. Sabía que podía morir por una hemorragia. Me defendí con uñas y dientes, como pude, con toda mi fuerza, quería sobrevivir para mis hijos, pero él además me mordía. No sé como se distrajo y fue como di ese último grito.

?¡Soy médico, pidan una ambulancia, llévenme al hospital donde trabajo?, dijo.

A los pocos minutos llegó...

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