?Tenemos a tu hijo, sin dinero lo matamos?

Teresa Moreno

CIUDAD DE MÉXICO, marzo 13 (EL UNIVERSAL).- Cuando escuchó la voz de un muchacho que lloraba y le decía que lo estaban secuestrando, Antonio perdió el control; un nombre se le vino a la cabeza y, sin pensarlo, lo dijo en voz alta: ?¿Santiago??. Con esa palabra, el nombre de su hijo, Antonio les entregó a sus victimarios el completo control de sus emociones y la disposición de hacer lo que fuera para que el muchacho regresara con bien a casa. Había caído en una extorsión telefónica.

Fue una tarde entre semana, en 2007, cuando Antonio, cuyo nombre verdadero ha sido cambiado, pero que se reunió en persona con EL UNIVERSAL para platicar su experiencia, llegaba a comer a su casa en medio de su jornada laboral.

Sonó el teléfono, contestó y una voz masculina lo amenazó del otro lado de la línea: ?¡Tenemos a tu hijo!, si no nos das dinero, lo vamos a matar?.

La víctima, un hombre de entonces 50 años, escuchó los ruidos del fondo, un joven aparentemente desesperado pedía ayuda: lo estaban metiendo a una camioneta en contra de su voluntad, decía. Asustado, Antonio pronunció el primer nombre que se le vino a la cabeza, el de su hijo menor, Santiago, de entonces 20 años.

?En ese momento, todas mis fuerzas se vinieron abajo, se me cayeron los pantalones cuando sentí que verdaderamente era mi hijo. Me dijeron que lo tenían a él y a un coreano al que también iban a asesinar, por ese entonces habían matado a unos coreanos en Tepito. Para mí, empezó el calvario?, dijo. Colgaron y, en esos momentos, el hombre aprovechó para marcar al celular de Santiago; sin embargo, el teléfono estaba apagado y ese detalle confirmó las sospechas de su papá.

Su esposa no contestó el teléfono, puesto que se encontraba trabajando, ni su jefe. Se sintió solo y actuó movido por la desesperación, la culpa y además el temor.

?Fue un error porque en ese momento acepté reconocer la voz de mi hijo. Obviamente no me dejaron hablar con él para nada y yo era como una caña de pescar en sus manos: me movían para donde querían y hacían lo que querían conmigo. Eso me llevó a obedecerles lo que me pidieran hacer?.

Al cabo de unos minutos, los supuestos plagiarios volvieron a marcar. Sin darle muchas explicaciones, le exigieron a Antonio que les diera el número de su teléfono celular y reuniera todo el dinero que tuviera a la mano, su anillo de bodas y su reloj.

Le exigieron que manejara hasta la Magdalena Mixhuca, que comprara unas papas fritas, tirara las papas, llenara la...

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