“Me inyectaron muerte, no belleza”

Cristina Pérez-Stadelmann

MÉXICO, D.F., febrero 13 (EL UNIVERSAL).- “Muerte fue lo que me inyectaron en el cuerpo y no belleza”, dice Marisela Castillo, mujer que comenzó a inyectarse los glúteos a los 32 años con un colágeno que se importaba de Argentina, según le dijeron.

El caso de Jessica no es distinto. Fue a una de esas clínicas en busca de un cambio de imagen, después de la ruptura con su pareja, se dejó guiar por un comercial de televisión, con la intención de modelar algunas partes de su cuerpo.

Gabriel Medrano Ramírez explica que el Hospital General de México registra una incidencia de 10 personas que se suman diariamente a la ya larga lista de pacientes graves que llegan con infiltraciones por modelantes en el cuerpo, y en este momento suman 250 los pacientes que están en tratamiento en ese lugar.

A pesar de las alertas que se han emitido, el número de personas que acuden a la Clínica de Enfermedades por Adyuvantes y Modelantes aumenta.

Inicialmente los pacientes se infiltraban parafina, luego silicones, aceites comestibles, grasa de cerdo, rellenos inyectables con grasa bovina, detalla el médico.

Hoy lo que está de “moda” (“moda mortal”) es el polimetacrilato, un plástico resistente, un sustituto del vidrio, cada vez más utilizado en estéticas ilícitas y gimnasios. Son sustancias invasivas que migran hacia otras partes del cuerpo por la vía linfática y hematógena”.

La “pesadilla” de Marisela no es distinta.“Varias amigas conversábamos cuando una de ellas preguntó quién de nosotras se animaba a un cambio en su cuerpo. Me sentía fea. En realidad fuimos dos quienes decidimos acudir con quien se ostentaba como cosmetóloga”.

En la dirección indicada, la “cosmetóloga” explicó que el producto tenía una garantía de ocho años y se iría eliminando poco a poco a través de la orina.“Quería un cambio rápido, pues me daba miedo entrar al quirófano para una cirugía estética con anestesia”, cuenta Marisela.

La “cosmetóloga” le inyectó el contenido de cinco biberones (así los llamaba) cada uno con un costo de tres mil 500 pesos. Los glúteos de Marisela fueron aumentando; después le sugirió aplicar un poco más de colágeno en las caderas. Marisela accedió.“Quería verme aún mejor”.

Mientras tanto, continuaba haciendo ejercicio; corría para tonificar su cuerpo.

“Una mañana mientras corría comencé a sentir las piernas muy duras, los glúteos enrojecidos y me ardían cada vez que me sentaba en cualquier lugar”.

Fue la pareja de Marisela quien le sugirió...

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