En la mente de los niños que cometen crímenes

(Nota 16 del Tercer Presupuesto General; Embargada para sitios en internet hasta las 24:00 horas locales)Thelma Gómez DuránCUERNAVACA, Mor, abril 2 (EL UNIVERSAL).- Cuando le piden que escriba su nombre, sólo traza unas cuantas líneas que dicen algo así como "Ebga". No más. Cuando le preguntan su fecha de nacimiento, responde "16 de diciembre", pero duda si fue en 1996 o 1997. Desde el 2 de diciembre de 2010, día en que los soldados lo detuvieron en el aeropuerto de Cuernavaca, el país se enteró de que le decían "El Ponchis", y muchos comenzaron a llamarlo "el niño sicario". Édgar espera la sentencia del juicio que se le sigue -por homicidio de seis personas, secuestro y transportación de drogas- en el Centro de Ejecución de Medidas Privativas de la Libertad para Adolescentes de Morelos, donde le enseñan a leer y a escribir.Édgar sólo sabe contar hasta 10. El primer día de clases, en el centro donde ahora vive, el maestro Guillermo González le preguntó: "¿Cuánto es seis más cuatro? El adolescente miraba al techo, al piso. Un compañero de aula le ayudó: "A ver, aquí tienes seis cabezas y acá cuatro. ¿Cuántas son?" Édgar contestó: "Ah, son 10 cabezas".Casos como este son cada vez más comunes. Son historias de "niños sicarios", como se les bautizó en Colombia en los 90. En México, se comenzó a hablar de ellos a partir de 2006, cuando en Nuevo León detuvieron a Rosalío Reta, entonces de 17 años y con ciudadanía estadounidense. Rosalío aseguró que recibió entrenamiento de Los Zetas desde que tenía 13 años. Ahora cumple una sentencia de 30 años, por homicidio, en una cárcel de Estados Unidos.¿Por qué alguien que apenas está dejando la infancia puede torturar y asesinar como si se tratara de un videojuego? Los científicos están en busca de respuestas. Las que han encontrado reafirman la vieja frase: "Infancia es destino", sentencia que de tanto escucharla suena obvia, pero la realidad muestra que no se toma en serio.Hasta hace algunos años se creía que la violencia extrema tenía origen en un abuso físico o sexual. "Nuevos estudios muestran que también tiene una gran influencia el abandono afectivo", explica el doctor Israel Castillo, sicólogo especialista en trauma infantil, quien lleva más de 15 años trabajando con adolescentes que han cometido delitos como violación, secuestro y asesinato.Estos adolescentes, dice, sufrieron "negligencia emocional" en sus primeros años de vida. Es decir, no tuvieron una figura de apego que los hiciera sentirse seguros, que les mostrara interés. Aunque sus padres vivieran con ellos, estaban ausentes en el plano afectivo.El asunto va más allá de tener niños no atendidos: provoca seres humanos con mayor predisposición a ser violentos...

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