Migrantes se consideran “con suerte” por estar en México

MÉXICO, D.F., agosto 27 (EL UNIVERSAL).- Los migrantes centroamericanos se consideran con suerte y casi sobrevivientes porque han llegado al Estado de México. Aún tuvieron la fortuna de usar el tren para migrar y por el momento, de momento, ya no están al pendiente de si los Maras se suben a "La Bestia" para arrebatarles el dinero que invierten en su andar para la búsqueda de una mejor vida.

Uno de ellos fue secuestrado un día, otro fue asaltado en dos ocasiones, una vez por las Maras y otra por unos tipos que se identificaron como “agentes”. Los golpearon a pesar de que habían entregado todo lo que traían. Ahora, dicen, "vamos para arriba".

Saben que "esta fregado para pasar" a Estados Unidos, porque "echaron más protección a la frontera". Han escuchado también de que los pueden secuestrar, detener y regresar. La dificultad les hace ver en México su acomodo. Sólo quieren trabajar.

Ahora acuden a la parroquia de San Pablo Apóstol de Huehuetoca a pedir dinero a los fieles que están en la misa de mediodía. Para Geli es su segunda oportunidad, pues hace 10 años estuvo ya en México sin poder cruzar a Estados Unidos. Hoy, con sus 40 años, regresa a este territorio porque los sueldos en su país no alcanzan.

"Ya tiene como dos años que no me compro un par de zapatos. Allá vamos al día, teníamos lo justo para la comida y prefería ver a mis dos hijas catrinas, antes que comprarme a mí o a mi esposa", dice Geli, quien salió de Comayagua.

Sabe que en México puede trabajar de lo que hacía en Honduras. "Teniendo un trabajo estable puedo ganar algo mejor que allá y ahorrar algo. Puedo pulir repellar pintura, yo solo pintaba casas allá". Recuerda que México siempre ha sido mejor opción, pues hace 10 años, cuando allá ganaba 300 lempiras, acá ganaba lo equivalente a 600 lempiras.

Will es el más impetuoso, es su primera vez. Sus 24 años lo animan a olvidar que fue asaltado en dos ocasiones antes de llegar a la casa del migrante San Juan Diego Cuautlatoatzin, administrada por la diócesis de Cuautitlán. Prefiere pensar en su futuro y no en su comunidad en la que por trabajar le extorsionaban.

Llega directamente a la casa del migrante, donde sabe que sólo podrá estar por dos días. Así lo indica su reglamento, en el que también se les pide no beber, dejar sus celulares, si es que todavía...

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