Mochilazo en el tiempo

50 años de un pueblo asesinoEL UNIVERSAL"Los fuereños entraron en la tienda y cometieron un error imperdonable en un pueblo con la fama de Canoa, en Canoa, antes de la llegada del señor cura Meza Pérez, matar era un oficio. Las viudas pagaban a quien vengara a sus difuntos", relataba en 1976 Rafael Moya sobre un linchamiento en Puebla ocurrido años atrás.

Hace 50 años, cinco excursionistas llegaron por la tarde a San Miguel Canoa, sólo salieron tres. Antes de que la noche se esfumara, en la calle había cadáveres pisoteados y seres mutilados arrebatados a la multitud. La gente del pueblo los confundió con estudiantes, los lapidaron bajo el grito "¡malditos comunistas y ateos!".

"Las fuerzas oscurantistas se unían para el ataque final, que culminaría en la masacre de Tlatelolco, y de la cual la tragedia de Canoa fue un significativo y siniestro avance", escribe Guillermina Meaney en su libro "Canoa. El crimen impune".

En 1976 la película Canoa llevó a la escena pública los incómodos sucesos que aquél lugar quería olvidar. En esas fechas Juan Bustillos, reportero de EL UNIVERSAL, reconstruyó los hechos con testimonios de los involucrados, entre ellos dos de los sobrevivientes, Miguel Flores y Julián González.

En su momento la noticia del linchamiento fue sepultada con los sucesos del 2 de octubre de 1968. En 1976 Felipe Cazals y Tomás Pérez Turrent trataron de reconstruir esa noche en su película Canoa.

Ellos escalarían La Malinche con Roberto Aguirre, Ramón Gutiérrez Calvario y Jesús Carrillo, pero un aguacero los hundió en Canoa. Se resguardaron en una tienda un rato, al ver que no cesaba el mal clima pidieron asilo a los dueños, pero no fue posible.

Desamparados como personajes bíblicos el grupo se acercó a la iglesia, el edificio no estaba resguardado por ángeles, sino por hombres con rifles por manos, les advirtieron que se fueran. Detrás de los inesperados guaruras de Dios, el sacerdote Enrique Meza gritaba que se identificaran y explicaran qué hacían ahí. Julián contestó que eran "de la Universidad de Puebla". Esas palabras los convirtieron en demonios.

No los recibieron ni en la cárcel y, tres veces negados, emprendieron camino a la ciudad, pero encontraron a Pedro García, quien les ofreció alojamiento en casa de su tío Lucas García. Cerca de su refugio escucharon disparos, las campanas del pueblo aullaron despavoridas. "Pedro comentó en tono burlón ?que el tiempo convirtió en profético?, ?mañana se va a morir alguien?, para entonces...

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