Mochilazo en el tiempo

(Material transmitido por el Servicio Sindicado el pasado 18 de octubre)El antiguo oficio de ser ropavejeroGabriel Sánchez Pozos

EL UNIVERSALÉl comenzó comprando ropa y objetos en provincia para venderlos en la capital mexicana; después optó por quedarse en la Ciudad de México para preguntar a los vecinos si vendían cosas que ya no usaban; más tarde los productos variaron tanto que cargarlos en la espalda con un ayate ya no era posible y decidió usar transporte. Este ha sido el largo andar del ropavejero a través de la historia.

El viaje empieza con el trapero. Según Alfonso Hernández, cronista de Tepito, este personaje llevaba partes de ropa, prendas típicas y objetos que adquiría en distintos estados de la República a un lugar conocido como Baratillo, un compendio de locales de comercio informal donde la gente trabajaba, comía y dormía, antecesor de los actuales mercados.

El origen de dicho espacio se remonta a la época virreinal refiere Jorge Olvera Ramos en su obra "Los Mercados De La Plaza Mayor En La Ciudad De México" y aunque tuvo diversas localizaciones, la última fue la actual Plaza de Garibaldi. A principios del siglo XX el Baratillo fue trasladado, por motivos de seguridad e higiene, a la Plazuela de Tepito, hoy conocida como Plaza Fray Bartolomé de las Casas.

Los traperos inspiraron a otras personas, quienes comenzaron a emular sus acciones sin salir de la capital: compraban ropa y artilugios de segunda mano para revenderlos en Tepito. Así nació el ayatero, cuyo puesto era el mismo transporte donde cargaba sus cosas: un cuadro de ayate, una fibra salida de las pencas del maguey, muy parecido al que usaba Juan Diego durante la aparición de la Virgen de Guadalupe.

Con cuatro puntas y mismo número de lazos, el ayate podía extenderse o cargarse en segundos. En ese entonces este material era de precio accesible, pero su desuso hizo que se encareciera y la gente optara por llevar réplicas hechas de rafia. A estos comerciantes también se les llamaba ropavejeros y se hacían notar por su famoso pregón: "¡Zapatos viejos! ¡Ropa usada que venda!".

Alfonso Hernández menciona que cuando la gente le vendía objetos de gran tamaño al ayatero y este no podía llevárselos por su tamaño, una nueva modalidad de ropavejero nació: el carrero.

Ellos iban junto a los ayateros con un carro de madera, por si necesitaban ayuda. Con el tiempo se adaptaron, primero lo hicieron al usar animales, pero cuando quedó prohibido en la capital, en 2015 llegó la...

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