“No se le puede exigir a niño que no ha comido”

Carlos Arrieta, corresponsal

MORELIA, Mich., noviembre 23 (EL UNIVERSAL).- “La evaluación no libra los grandes retos que vivimos al frente de un aula, como ver a los niños que viven en la pobreza y que por esas condiciones tienen que abandonar los salones de clases”, dice Ángela Alvarado, quien ha dedicado más de 30 años a la labor docente en el estado.

A las afueras del Centro de Convenciones de Morelia, Ángela narra con voz entrecortada que la pobreza ha sido el peor enemigo de la educación en México.

Baja la mirada, mueve la cabeza de un lado a otro y reitera que a lo largo de su carrera ha comprobado que “el hábito no hace al monje”, y que si bien la evaluación magisterial es un proceso que se respeta, hay otros factores que enseñan al maestro a dirigir un grupo.

“Tenemos que ser más sensibles y humanos ante una realidad. No podemos cerrar los ojos ante ese problema”.

Acompañada de su esposo, un hombre mayor con similar número de años al servicio educativo y un bastón con el que apenas se sostiene, la experimentada maestra aseguró que lo que los formó fue la responsabilidad y el amor por la docencia.“¿He llorado?... sí, y muchas veces, porque dígame qué se le puede exigir en aprovechamiento a un niño que lleva días sin comer, sin zapatos, con ropa desgarrada y que sus padres no tienen trabajo. Eso es lo peor de una realidad en las escuelas y que las autoridades no quieren ver”, reprocha Angelita como le llaman sus alumnos.

No soporta recordarlo...

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