El objeto del deseo

Placer a dos fuegos?No hubo área sin que las bocas de ambos me mordieran, me comieran?.L@AnahitaAvesta

EL GRAFICOPor fin, mi fantasía se cumpliría. La tarde en que los conocí, el frío de otoño era sutil, aunque estremecía cuando tocaba las zonas en donde no daba el sol en esa linda terraza de la suite reservada para la reunión de amigos, llena de tragos y plática amena.

Sin embargo, el confort llegó cuando, uno a un lado mío y el otro en mi segundo costado, apaciguaron los escalofríos en los momentos en que el viento me tomaba por sorpresa.

El más alto me dio su brazo para que yo posara el mío; el más fornido tomó mi mano y la acercó a su boca para darme calor con su aliento, y sin decir mucho, se presentaron dando la oportuna referencia de uno de mis amigos a quien, un día, le confié mis deseos por hacer un trío con dos caballeros.

?Ah, ya entendí?, les dije apenada, y así, mis dos chambelanes se pegaron a mí como si el ventarrón que llegó pertinente me lanzara la respuesta. Tino besó la mano que ya había entibiado con su vaho erizándome la piel y noté que, a lo lejos, mi cómplice alzaba el vaso brindando por mi suerte, riendo burlón.

No importaba cuánta ropa los cubriera, aun así se delataban sus cuerpos bien formados a través de los jeans ajustados, mientras sus rostros revelaban picardía por lo que pasaría con la que custodiaban esa noche.

Yo, emocionada por tan excitante evento, requería un anticipo; entonces, animada por el vino, me acerqué a César, el espigadito, y le sugerí que me acompañara. Y nos fuimos al baño.

El faje consistió en besos descomunales, en refriegues desquiciantes que si hubiéramos seguido por más tiempo, los sexos habrían salido de entre la tela de tanta erosión.

Tino, en un rico entretiempo comiéndole el cuello a una rubia, esperaba afuera mientras César y yo atizábamos la hoguera. Llegamos a él listos para el triplete y él se levantó presto, despidiéndose de la blonda risueña.

Abrir la puerta de esa habitación fue abrir la de un palacio con manjares para mí solita. ?Hoy serás la agasajada?, dijo Tino en su papel de anfitrión en la velada; ?tú serás nuestro deleite?, prosiguió César aclarando que de quien comerían iba a ser de mí como hedonistas caníbales que degustan su festín.

Y en la penumbra donde sólo las luces urbanas perfilaban las anatomías a través del ventanal, me quitaron la ropa entre camisas, pantalones y calzoncillos que ellos también despojaban de sus cuerpos.

Hincado, César comenzó a lamer mi sexo...

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