Países latinos ocultan abusos de sacerdotes: Ignacio Cortés

Luis Méndez, corresponsal

MADRID, España, septiembre 3 (EL UNIVERSAL).- Ignacio Cortés se dedicó durante dos años a investigar los abusos sexuales a miles de menores cometidos por curas católicos a nivel global, y a lo largo de la historia contemporánea.

El resultado es el libro "Lobos con piel de pastor" (Editorial San Pablo, 2018), en el que Cortés desgrana los sucesivos escándalos de pederastia que en distintos países del mundo, incluido México, han sacudido los cimientos de El Vaticano. Una de sus conclusiones es que en los países latinos existe un índice de criminalidad oculto, una resistencia cultural a que los poderosos rindan cuentas, lo que impide que las agresiones sexuales de los sacerdotes muestren su verdadera dimensión.

"Me temo que en los países latinos asistiremos a nuevos escándalos donde el problema está latente. La mecha está ahí y cuando la chispa prenda, el barril estallará. El Vaticano no está haciendo públicas todas las denuncias que recibe, cuando lo que tendría que hacer es aplicar la tolerancia cero", señala Cortés en entrevista con EL UNIVERSAL.

La suya fue una tarea tan estimulante como ingrata, porque el recuento de los daños dejó una y otra vez al descubierto la indefensión de las víctimas y la impunidad con la que actuaron los delincuentes religiosos.

Todo ello con el agravante de que la mayoría de los afectados siguen atrapados en su pasado. No han recibido reparación alguna y continúan demandando justicia para poner fin al encubrimiento de los sacerdotes implicados en los abusos infantiles por parte de la jerarquía de la Iglesia Católica.

Consciente de la magnitud del problema, de sus muchas ramificaciones, y de que la historia a nivel planetario no había sido contada en español, el periodista se documentó a fondo y entrevistó a víctimas, expertos y representantes de El Vaticano para ofrecer la visión panorámica de un fenómeno que está presente en casi todos los países católicos, aunque su impacto sea muy desigual.

La Iglesia optó primero por el silencio y después por un arrepentimiento a todas luces insuficiente, ya que no llega acompañado de la necesaria terapia de choque contra los abusos sexuales perpetrados por los curas.

Los patrones son los mismos en todos los países. Afloran los casos de abuso sexual y la Iglesia les resta importancia. Pero después salta el escándalo, como el de Boston en 2002, y se confirma que ya no son tres o cuatro "ovejas descarriadas" y que la Iglesia ha trabajado activamente...

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