Relato en primera persona del federal que capturó al capo

CIUDAD DE MÉXICO, noviembre 16 (EL UNIVERSAL).- Tengo un tío que es doce años más grande que yo y que también es policía federal. Cuando estaba chico, veía que llegaba con su uniforme y patrulla, lo que me causaba mucha admiración.

En alguna época vivimos cerca de una autopista, donde alcanzaba a ver las patrullas y de ahí fue creciendo mi interés en formar parte de la Policía Federal de Caminos, como se llamaba entonces nuestra Institución.

No era fácil ingresar, eran muy estrictos. De inicio, había que ir bien vestidos y con el cabello bien arreglado tan solo para pedir informes. "¿A qué vienes? ¿A pedir informes o a pedir trabajo?", nos decían los comandantes.

Me regresaron tres veces tan solo para tener informes de cómo ingresar. Ya con el cabello corto y bien presentado, pude saber de lo que necesitaba para poder ingresar a la Policía Federal de Caminos. Me tocó ir a las oficinas casi a diario durante siete meses, hacer ejercicio y correr para ganarme mi ficha de aspirante.

Aunque no era un procedimiento institucional, era un filtro que ponían los propios comandantes para que ingresaran solo aquellos que de verdad tenían la vocación para ser policías.

Cuando le dije a mi papá que quería ser policía federal de caminos, él solo se me quedó viendo y me dijo: "sé lo que quieras ser, pero trata de ser el mejor". Mi mamá, un poco más aprehensiva, se espantó, pero poco a poco fue entendiendo y cuando me dieron la lista de prendas que debía llevar a la Academia, ella misma me compró todo.

En la Academia de San Luis Potosí no solo conocí compañeros de profesión, sino también amigos que hasta la fecha frecuento y que han llegado a ser parte de mi familia.

Los retos que se nos fueron presentando, primero como cadetes y luego como policías federales ya graduados, fueron creando fuertes lazos entre nosotros.

El día de la detención de Joaquín Guzmán "El Chapo", yo estaba en el tercer turno en Los Mochis, Sinaloa. Debía cubrir el horario de las once de la noche a las siete de la mañana.

En el día, por la carretera Los Mochis-Navojoa, circulan muchos vehículos, incluyendo agricultores y gente que se dedica a la pesca, mientras que en la noche hay muy poca circulación.

Un turno cualquiera implicaba realizar mis recorridos, hacer folios de infracción si era el caso y en general, estar al pendiente de prevenir y atender cualquier delito que se pudiera registrar.

Ese día se sentía algo raro. A las tres o cuatro de la mañana, comenzamos a escuchar helicópteros cerca, lo que me pareció extraño debido a que Los Mochis es una ciudad pequeña. Me imaginé que podría tratarse de un operativo de Sedena o Marina, pero no más.

Estábamos tres patrullas en el servicio. Yo conducía la patrulla acompañado de otro compañero, estaba también el Responsable de Turno o RT y otros compañeros más en...

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