Reynosa, el remanso que cobija migrantes
REYNOSA, Tamps, diciembre 23 (EL UNIVERSAL).- Héctor Silva es de Oaxaca; Lovely Extama y Robens Sain Hilien son haitianos y José Ramón Pozos es de Honduras. Los cuatro tienen algo en común, aunque sus metas son diferentes: huyeron de sus países y comunidades en busca de una mejor vida, pero, a diferencia de los extranjeros que están de paso en Reynosa, porque quieren llegar a Estados Unidos, el mexicano llegó a esta ciudad, para apoyar a los migrantes.
Héctor dejó Oaxaca a los ocho años. "Éramos muy pobres, no había ni para comer. Mi abuelo decía que la única forma de sobresalir era dejar Oaxaca y buscar otra vida, por eso me fui a Acapulco, era muy pequeño para trabajar y pasaba más hambre que en mi casa, no era una buena vida para un niño", cuenta.
A los 14 años, personal del Sistema DIF lo llevó a un albergue y su vida comenzó a cambiar.
"Ahí tenía comida, techo, escuela y me trataban bien, pero lo que más me gustaba era cuando llegaba Paloma Cordero de De la Madrid, la esposa del expresidente Miguel de la Madrid. Nos llevaba ropa, comida y juguetes, pero lo que más me llamó la atención fueron sus escoltas, vestidos con trajes elegantes y portando armas". Fue cuando decidió ser guardia.
"Un día que llegó la señora Paloma, le dije que quería ser su escolta y que me gustaban las pistolas. Sonrió y me dijo que estaba muy pequeño, pero que si quería me podía meter al Ejército. Me mandó una carta para que la llevara al Colegio Militar en Ciudad de México y me prepararon. Con el paso del tiempo llegué a ser soldado, pero yo quería ser escolta y tuve la oportunidad de cuidar a algunos generales", recuerda.
Todo cambió cuando en un recorrido aéreo por Chiapas, el helicóptero en el que viajaba fue derribado y murieron dos de sus compañeros. "Me asusté y me salí del Ejército, me fui a Estados Unidos como indocumentado, pagué para que me cruzaran hasta San Antonio donde conocí a un pastor religioso que me recibió en su casa, me enseñó a trabajar en la construcción y me enseñó la palabra de Dios, gracias a eso conocí a mi esposa. Vivía con comodidades, pero quería hacer más, sentía que tenía que ayudar a los migrantes", dice.
Fue entonces cuando en 2000 propició su deportación y así llegó a Reynosa. "El llamado que Dios me hizo fue para ayudar a los migrantes, yo mejor que nadie sabía lo que era pasar hambre, dormir en la calle y estar enfermo, por eso, edifiqué la Casa Senda de Vida donde por medio de donaciones de iglesias americanas, logré...
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