Con sabor a lucha

CIUDAD DE MÉXICO, febrero 2 (EL UNIVERSAL).- Enfrenta a sus rivales como Brigit, la Diosa Celta, pero en realidad lucha desde niña, al menos en su imaginación, era la fiel acompañante de su padre, quien como Ricky Boy ganó prestigio en los enlonados.

La lucha libre era su juego favorito, maravillada por los atuendos, personajes, vuelos y llaves. Cuando veía luchar a su papá los nervios la acababan, odiaba que le pegaran y lastimaran, pero no dejaba de acompañarlo a las funciones, una aventura que se convirtió en un deseo propio de ser profesional.

Un sueño que tardó en capitalizarse. Antes, terminó la carrera de psicología y entonces, a la par de hacer una maestría empezó a entrenar. Su papá desconfiaba, no creía que de verdad le gustara. Así que la probó con sus amigos: Súper Ratón le enseñó las bases de la lucha libre junto con Lady Apache. Le costó mucho, supo que se trataba de resistencia y con todo y dolencias físicas regresaba a entrenar para lograr las evoluciones que la hacían sufrir. Lo consiguió.

Al paso del tiempo, entrenar con su padre le roba más que una sonrisa. "Es mágico. Soy muy sentimental y se me escapan las lágrimas al estar en un ring con él. Es mi héroe y mi sueño es compartir esquina con él. No es cosa sencilla".

Aunque el medio ha sido amable con ella abajo del ring, arriba es otra cosa. Debe enfrentarse al rival y buscar el triunfo a cómo de lugar. Y lo hace orgullosa de todo lo...

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