Sobrevivir a la influenza A-H1N1

CIUDAD DE MÉXICO, abril 16 (EL UNIVERSAL).- "¡Póngale lo que sea para que viva!", suplicaron a los médicos los padres de Tomás Quevedo, quien estaba a punto de morir a causa de la influenza A-H1N1. El joven llevaba 30 días en un coma inducido y no mostraba signos de recuperación a pesar de todos los medicamentos que le habían sido administrados.

Tomás fue sólo una de las 72 mil 548 personas en México que enfermaron de influenza A-H1N1 de abril de 2009 a agosto de 2010, en lo que se consideró la primera pandemia del siglo XXI.

--Emergencia sanitaria

A pesar que desde el 23 de abril el gobierno mexicano había anunciado la emergencia sanitaria, los médicos que Tomás visitó habían descartado la posibilidad de que tuviera influenza: unos desconocían la enfermedad y otros no creían que existiera.

"Cada vez me ponía peor. Me empezaba a poner morado de la gravedad", recuerda a 10 años de la pandemia.

En México la influenza afectó mayormente a los jóvenes, "los cuales empezaban a fallecer a los dos o tres días de empezar un cuadro gripal". Esto alertó a los médicos, señala el neumólogo y consultor en influenza de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) José Luis Sandoval.

Tomás, de entonces 27 años, recibió el diagnóstico de influenza A-H1N1 en un hospital privado de la Ciudad de México y, posteriormente, fue trasladado al Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) debido a su gravedad. Sus pulmones estaban tan llenos de agua que fue necesario realizarle dos agujeros en ambos costados del cuerpo para que por ahí drenara también la pus.

Así, en estado de coma, permaneció un mes, lapso en el que los médicos del INER probaron diversos fármacos que no funcionaron. Sin embargo, había uno experimental que había sido probado en muy pocas personas, pero sus padres, ante el miedo de que muriera, lo aceptaron y la salud de su hijo comenzó a mejorar.

"Después me quisieron despertar y yo no despertaba. De hecho, llegó un momento en el que les dijeron a mis papás: 'pues piénsenlo para desconectarlo'. El cuerpo ya estaba bien, pero ya no reaccionaba", cuenta Tomás.

Al despertar del coma, tuvo que volver a aprender a comer, caminar y hasta ir al baño. Para él fue como volver a nacer. "Valoras cosas que haces, como caminar, moverte por todos lados, no depender de alguien. Me daba pena que a mis 27 años mis papás me tenían que estar bañando y llevarme al baño".

Tomás volvió a trabajar como comerciante...

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