Terciopelo Azul

José Xavier Návar

EL UNIVERSALLa cuarentena vuelve a poner en el plano de la vigencia cinematográfica al neoyorquino

John Carpener, maestro de diversos géneros fantásticos y caminos del horror, así como inventor de célebres personajes justicieros como Sanke Plissken y renovadores del cuchillo

cebollero como Michael Myers.

Amigo de Dios, el diablo, vampiros, seres extraterrestres y amenazas de otro mundo, es de los pocos que se han atrevido a subir a las montañas de la locura lovecraftiana.

Carpenter es también el creador de mitos de surfeadores espaciales, naves detonadoras de planetas como la de Dark Star (de hecho, su primera película-tesis en 1974) y autos malignos, con alma de fierro todo terreno como la de Christine.

Además de director de cine es explorador de música electrónica.

Viva John Carpenter Nativo de Los Ángeles, California; Johnny es gracias a Dios ateo.

Su máxima proeza a la hora de la taquilla ha sido Halloween, considerada por él mismo como una cinta de explotación a base de certeros y efectivos trucos baratos, que elevaron el género slasher, el de las puñaladas traperas, a la categoría de arte en el manejo del cuchillo al que se le resbalaron las críticas sobre la pureza sexual y el peligro del sexo de oportunidad para la masacuata.

Su cine muchas veces ha sido imitado, pero nunca superado a la hora de la originalidad de sus imágenes y de hacer cuentas y multiplicar presupuestos ridículos.

John es un director que nunca se amilana, y que incluso supera con creces haciendo temerarias adaptaciones de clásicos como The thing (El enigma de otro mundo), de Howard Hawks (1951) con el que fuera el marshall Dilon, en la serie de tv: La ley del revólver.

Dos cosas hacen un clásico a La cosa del otro mundo: la actuación...

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