La tradición de 'comer' a nuestros muertos

(Material trasmitido por el Servicio de Sindicado)Nayeli Reyes

EL UNIVERSALDe maíz amarillo y de maíz blanco se hizo su carne; de masa de maíz se hicieron los brazos y las piernas del hombre. Únicamente masa de maíz entró en la carne de nuestros padres, los cuatro hombres que fueron creados.

Popol VuhSobre la mesa todo estaba en suspenso, como en el principio de los tiempos. Las manos de la creadora hacen un volcán de harina, arrojan al cráter azúcar morena, sal, levadura, leche, huevo, mantequilla, cáscara de naranja rallada, anís y flor de azar. De a poco la mujer de maíz derrumba la estructura de trigo, la convierte en una masa uniforme con la que más tarde formará cuerpo, huesos y cabeza del pan de muerto.

"El pan de muerto para mí significa fiesta, el seguir y conservar una tradición", cuenta Rosalía Sánchez. Desde niña observaba cómo lo preparaba su abuelita para Día de Muertos, aunque hasta hace poco comenzó a hornearlo, después de tomar un taller se reencontró con aquella forma casera de hacer pan en la infancia y la convirtió en un oficio que la rebautizó, ahora la llaman Rosa Pastel.

La ansiedad por el pan de muerto se reflejaba en los vidrios de las panaderías, cuando rotulistas recorrían el anuario de la gula con los panes de temporada.

El pan de muerto es de temporada, desde septiembre comienza a asomarse tímidamente por las vitrinas de las panaderías hasta saturarlas los primeros dos días de noviembre, época en la que los católicos conmemoran a Todos los Santos y a los Fieles Difuntos, aunque otros tantos prefieren sólo dar un gustillo a la glotonería.

"A los humanos nos encanta recorrer el calendario poniéndole cosas que nos hagan recordar en qué momento vivimos", explica Luis Alberto Vargas, académico del Instituto de Investigaciones Antropológicas (UNAM), algunas de éstas son productos de temporada, como los romeritos y la nogada, "lo que hemos hecho artificialmente es crear panes para temporadas?es marcar, es darle un significado al tiempo".

El antropólogo Jermán Argueta, quien se autonombra duque de la chinampa de la "casa de las muñecas" de Xochimilco, afirma: "Lo paradójico de la vida y de la muerte es que para vivos y muertos los olores alimentan el espíritu, el alma. Los difuntos que nos visitan vienen a comer la esencia de los platillos que se les ofrece en el altar de muertos".

En México no existe una forma única de celebrar el Día de Muertos. En las ofrendas, por ejemplo, los elementos cambian según la región.

El muerto no se va al hoyo, comparte con el vivo el bollo. A las tristes e inundadas calles chilangas...

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